Blanco, podría decirse que un poco pálido. Cabellos negros, muy contrastantes con la tez. No es delgado pero tampoco grueso, termino medio por así decirlo. Ojos enormes color miel, parece que no se le escapa ningún detalle. Su mirada dice que lo sabe todo.
Las velas de los barcos no estaban, habían desaparecido al igual que los remos, solo quedaban los marineros y el lago en el que se encontraban. Si no hubiesen sido mudos gritarían hasta el cansancio. Desde la ventana de su cuarto, con Obabakoak en la mano izquierda vio cambiar súbitamente el paisaje: ahora veía personas disfrazadas y felices, como en un carnaval.
Despertó y se llamo a si mismo loco por el sueño que acababa de tener. Se detuvo frente al espejo y se acomodo el cabello, era hora de ir a desayunar, tal vez lo estaban esperando. Llamaron a la puerta de su habitación y despertó una vez mas, o dicho de una mejor manera, ahora si despertó.
-Ahora bajo.
-Esta bien, pero apurate que tenemos hambre.
Terminó de alistarse, se lavó la cara y se aseó un poco para no lucir como un pordiosero en la mesa.
-Despierta.
-Pero si ya desperté dos veces, es que acaso aun sueño.
-Despierta.
Los ojos grandes color miel comenzaban a desaparecer. No sabia si seguía dormido o si necesitaba despertar por cuarta ocasión. No quería abandonar el calor de la cama, se preguntó a si mismo quienes le habían hablado hacia unos momentos y no pudo contestar.
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